Bosque envenenado
Cuando nadie te ayude, cuando nadie
te apoye, cuando te quedes sola,
cuando te quedes triste, pagarás la maldad
que me infligiste. Gemirás, gritarás de dolor,
lograrás que te entierre una estaca
mojada por tu cuerpo, profusamente penetrado.
Y astillas como saetas en ramilletes
vertidos en los poros obscuros de tu piel
que esparcirán vertientes deliciosas
de diosa...
mujer seductora, que ofuscas, que trastornas,
que engañas y que mientes a ultranza.
Desearás un beso envenenado, otras caricias
de serpientes serviles que alientan tu desparpajo
del engaño, de la hipocresía, te dejarán, se irán
de la misma forma que llegaron, ...
¡Esta vez morirás!,
ya no habrá ni sombra que te cubra
de la pasión solar,
ni manantiales abundantes, ...
ya no tendrás senderos,
mi sangre y mi venganza
será tu soledad…
el infierno sin tentación.
©José Ángel Pineda, 28 de diciembre del 2012
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